Por León de la Torre Krais, embajador y jefe de Delegación de la Unión Europea en Chile
El mundo mira con atención a Chile y a su proceso constituyente por ser uno de los más innovadores a nivel global, tanto que marcará un hito en la historia del constitucionalismo. La Convención Constitucional, órgano encargado de redactar la nueva Constitución, tiene una composición paritaria e incorpora la participación de los pueblos originarios. Elisa Loncón fue elegida democráticamente presidenta de esta Convención durante la ceremonia de instalación de la misma. Mujer, mapuche y sin filiación partidista, esta elección es un símbolo de los vientos de cambio en el país austral. Como dijo la presidenta al asumir el cargo el pasado 4 de julio: “Hoy se funda un nuevo Chile plural, plurilingüe, con todas las culturas, con todos los pueblos, con las mujeres y con los territorios; ese es nuestro sueño para escribir una Nueva Constitución”.
Me gustaría reconocer la ejemplaridad que hasta ahora ha demostrado la ciudadanía con su civismo en el ejercicio del voto y con su implicación en el debate público. El proceso constituyente es una oportunidad única para firmar un nuevo contrato social, con base en el diálogo y el logro de consensos y acuerdos amplios y participativos, en el que se sientan representadas todas las voces y regiones del país, y que marque la hoja de ruta compartida para las próximas décadas.
La Unión Europea tiene mucho que aprender de este proceso. No solo vivimos una época de cambios, también un cambio de época que la COVID-19 ha acelerado, y existen desafíos globales como el reto de la digitalización, el cambio climático, etc., así como debates nuevos sobre los que aún no tenemos respuestas claras o definitivas, como la movilidad humana o la desigualdad de género. Chile puede ser un laboratorio del constitucionalismo comparado para analizar cómo se responde a estos grandes temas y la UE está interesada en intercambiar ideas y experiencias. Se da la circunstancia, además, de que se ha lanzado la Conferencia sobre el Futuro de Europa, una iniciativa con la que la UE quiere abrir un debate inclusivo y transparente, dando más voz a los ciudadanos y ciudadanas europeas en estos retos globales, con el objetivo de sentar las bases de la reforma de nuestras instituciones europeas en los próximos años.
Asimismo, la UE ha acumulado una rica y diversa experiencia —algunos “fallos hermosos y éxitos problemáticos”— derivada de procesos constituyentes surgidos de dictaduras de derechas, de izquierdas, de transformaciones y divisiones de países…, y en todos ha habido un proceso y un encuentro de la población para llegar a consensos básicos que permitan una convivencia para las próximas generaciones. Con Chile compartimos los valores fundamentales de libertad, democracia, derechos humanos y promoción del multilateralismo, y mantenemos una relación desde hace 50 años basada en lazos políticos, económicos y de cooperación.
Por todo ello, junto a algunas instituciones chilenas de los tres poderes del Estado y otros actores como algunas universidades públicas, hemos puesto en marcha el Foro Chile-Unión Europea, iniciativa implementada con el acompañamiento del programa EUROsociAL+, con la realización de diferentes actividades en las que Chile y la UE están dialogando en torno a temas de interés común como los derechos fundamentales, la participación ciudadana, las formas de gobierno, la descentralización, la igualdad de género, la protección del medio ambiente, la transparencia , la corrupción o el modelo social, entre otros.
La próxima década, una vez pasada la COVID-19, será crucial tanto para América Latina —y en particular para Chile— como para la UE. Confío que nuestra asociación estratégica nos ayude a fortalecernos para afrontar la recuperación y la senda del desarrollo económico y social, y que estos nuevos contratos sociales y las reformas institucionales que están por venir ofrezcan las capacidades y la legitimidad para garantizar la igualdad, las oportunidades y el bienestar para todas las personas.