Por María Noel Vaeza, directora regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe
Hace 26 años se celebró la IV Conferencia Mundial de las Mujeres en Beijing, en la que 189 países expresaron su intención de enfocar sus esfuerzos hacia el empoderamiento de las mujeres y la igualdad de género.
En México y París, el Foro Generación Igualdad anunció firmes compromisos en materia de igualdad de género y el lanzamiento de un plan de acción global de 5 años con el objetivo de acelerar la igualdad de género para el 2026. El programa de acción del foro está respaldado por casi 40.000 millones de dólares de inversiones confirmadas, así como por ambiciosos compromisos políticos y programáticos de los gobiernos, la filantropía, la sociedad civil, las organizaciones juveniles y el sector privado.
ONU Mujeres tiene un papel fundamental en la conducción del recorrido del plan de acción de cinco años del foro, supervisando el cumplimiento de los compromisos para garantizar la rendición de cuentas y el progreso hasta 2026.
A pesar de estos compromisos, los cambios en esta materia han sido demasiado lentos para lo que la realidad exige. Según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, durante el 2020, el empoderamiento económico y la participación laboral de las mujeres de América Latina y el Caribe retrocedieron 16 años.
Esta crisis ha puesto en evidencia la importancia de los cuidados para la sostenibilidad de la vida. Por eso, desde ONU Mujeres, junto con otras organizaciones venimos impulsando la creación y el fortalecimiento de sistemas integrales de cuidado como motor de la recuperación socioeconómica. Es necesario contar con sistemas que contribuyan a reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidados no remunerados, y nos lleven hacia un nuevo pacto social y hacia una generación que defiende y ejerce la corresponsabilidad. Actuar en este sentido no es solo necesario, es también inteligente; porque la inversión en cuidados genera un triple dividendo: en el capital humano, en los empleos y en la participación de las mujeres en el mundo laboral.
Por otro lado, si algo ha dejado claro la crisis de la COVID-19 es la capacidad de innovar de las mujeres que están al frente de muchas de las respuestas. Desde ONU Mujeres, presentamos con la CEPAL la iniciativa “Canasta Básica Digital”, que consiste en garantizar que las mujeres tengan los dispositivos, la tecnología y los recursos para tener acceso a la red. La propuesta es dotar a cada hogar con un teléfono móvil, una tablet y un plan de datos por un año inicialmente. Es una solución simple que puede tener un impacto enorme en cuanto la capacidad y agencia de aquellas mujeres que hoy no tienen acceso a esos medios para salir de la pobreza, así como para asegurar su acceso a información, educación y posibilidades de trabajo o generación de medios de vida.
Una de las Coaliciones para la Acción del Foro Generación Igualdad se centra específicamente en tecnología e innovación para la igualdad de género, teniendo como uno de los objetivos trazados hacia el 2026. En este sentido, es crucial la reducción a la mitad la brecha digital de género entre generaciones mediante una aceleración sustancial del acceso a las tecnologías digitales y la alfabetización digital universal. Es preciso fomentar modelos a seguir (“role-model”) de mujeres en STEM y programas de mentorías. Recomendamos impulsar la incorporación de las mujeres en los sectores que promueven el cambio tecnológico, generan empleos y reducen la huella ambiental (energía renovable, movilidad sostenible, revolución digital, bioeconomía, economía circular…).
Instamos a la cooperación internacional a formar parte de la Generación Igualdad en América Latina y el Caribe, reconsiderando su acompañamiento y solidaridad con los países de la región para una salida de esta crisis que se traduzca en un avance de los derechos de las mujeres y la sostenibilidad socioambiental, así como en la consecución de los objetivos que nos hemos propuesto para el 2030.
A pesar de todas las dificultades y de este efecto multiplicador de la desigualdad que observamos en nuestra región, tengo mucha esperanza en las nuevas generaciones, ya que con una voz más fuerte — pero también más unida— exigen que sus derechos sean respetados, que sus voces sean escuchadas y que sus opiniones sean tomadas en cuenta.
El reclamo es tan justo como urgente. Y esperamos que el mundo entero nos acompañe en este cambio transformador, que la fuerza del cambio sea mayor que las resistencias, y que esta sea la última generación que tenga que pelear a diario por la igualdad como lo hacen tantas mujeres y adolescentes en su día a día.
Si logramos avanzar en esas tres dimensiones: reincorporación de las mujeres a la economía post-COVID con sistemas de cuidados fortalecidos, universalización digital y más niñas y jóvenes en carreras STEM, estaremos construyendo sociedades más justas e igualitarias que les permitirán hacer frente a los desafíos del presente y el futuro.